Quieres volver a experimentar esta emoción, tocar de nuevo aquella ropa íntima, prohibida, fantástica.…
Cuando la necesidad de sentirnos mujeres plenas nos penetra probablemente ya llevamos muchos años jugando a escondidas con nuestra imagen con las medias de mamá, sus sujetadores o aquella lencería de tacto suave y aroma a limpio, que un día rozamos por accidente o casualidad y empezamos a intuir que pertenecía a un mundo desconocido, secreto, un mundo de sentidos, sentimientos y sensaciones que presentíamos no era en el que nos estaban educando.
Pasas días, y sobre todo, noches, reprimiendo un deseo que cada vez es más incontenible, hasta el momento en que se presenta la ocasión y no puedes hacer más que encaminarte al sancta sanctorum de tu madre, o de tu hermana mayor, abrir el cajón de su ropa interior y acariciar con tus dedos aquellas delicadas prendas. Esto es algo que se siente muy íntimo, imposible de concretar en palabras y además, con la percepción de estar cometiendo un pecado. Has dado, sin ser consciente de ello, el primer paso hacia el despertar de tu lado femenino que ya no te dejará jamás.
Esta mal, pero… ¿por qué está mal?
Con miedo y angustia, en la siguiente ocasión nos atrevemos a coger unas medias del cajón de su cómoda, o del cesto de la ropa para lavar, turbados y con el corazón galopándonos en el pecho, asustados por si las rasgamos, o por si no atinamos luego a doblarlas para dejarlas en su sitio tal como estaban… mientras nos las ponemos, un escalofrío recorre nuestra espalda y una emoción indescriptible acompaña el momento. Nuestro pequeño sexo se excita sin entender el por qué. Por suerte, nuestro pie casi infantil aun penetra en sus zapatos de tacón de talla 38 y entonces, sin saberlo todavía, quedamos atrapados para siempre en este mundo paralelo, con dos convicciones que van tomando forma… es tu secreto, nadie puede comprenderte porque a nadie sobre la tierra le pasa lo que a ti. Si intentas explicarlo o la familia se entera, todo tu mundo se derrumbará y serás para siempre una persona señalada con el dedo… pero también intuyes otra cosa… la sensación de la seda sobre tu cuerpo te alimenta más que el pan y nunca podrás prescindir de ella y nunca querrás apartarla de ti.
Ya sabes que las medias de mamá no son un fetiche (si fuera así, aquí acabaría tu historia: solo algo para excitarte sexualmente) Pero no, esta reacción es secundaria, normal en la adolescencia pero en absoluto el motivo de nuestra atracción hacia la imagen femenina. Te miras en el espejo, te sorprendes, te gustas, pero necesitas más, experimentas con todo lo que tienes a tu alcance: trapos para rellenar las copas del sujetador, toallas o foulard que puedan servir de falda, cualquier ropa que te cae en las manos, pañuelos que cubran una imaginaria melena que no tienes. Y el lápiz de labios, imprescindible en esta primera etapa de tu nueva vida.
Es tu reflejo en el espejo pero no lo reconoces.
Es una chica de la que te enamoras, juegas con ella y te responde, pero a la vez sabes que es tu propia creación, por eso necesitas consolidarla, hacerla crecer. Muy lentamente, vas aprendiendo a ver el mundo con la mirada de esa chica del espejo… y te sientes bien, completa y a gusto contigo, aunque estés siempre acompañada por la angustia del secreto. Has llegado a tu límite. Por eso comprendes que para seguir avanzando en eso que se ha transformado en parte de tu esencia necesitas ayuda. Aun no estas preparada para salir al mundo, pero es tu deseo y obsesión que la imagen reflejada no sea la de “un chico vestido de chica”, sino la de una verdadera mujer.
Tienes suerte.
Ha habido hasta hoy un largo camino que muchas hemos emprendido en solitario, rodeadas de un absoluto desconocimiento, muy conscientes del desprecio social que nuestra inquietud generaba, tiempos no muy lejanos en que tu caso (el nuestro) era considerado una patología, y por tanto, era posible tratarla médicamente para “curarla”. La posibilidad de conseguir información era nula, el tratamiento que daban los medios, cuando lo hacían, deplorable, las imágenes en alguna película, estereotipadas y ridículas, o bien el cambio de género era circunstancial y se debía a una necesidad urgente y externa que nada tiene que ver con nosotras.
No estás sola en este camino
En la mayoría de los casos empieza muy joven, justo al despertar a la vida, aunque hay otras realidades y experiencias de personas a quien esta necesidad les llegó más tarde, normalmente espoleada por alguna visión o situación concreta que te penetra con fuerza, y ya adulto, sabes que tienes que darle respuesta para conseguir reequilibrarte.
Hoy las cosas han cambiado mucho aunque aún estemos muy lejos de la plena aceptación social de la diferencia. Internet fue la ventana que hizo comprender a la gente como tú que no estaba sola, que a muchas más personas les pasa lo que a ti y que estas personas eran capaces de contactar, enriquecerse mutuamente y, tímidamente, empezar a organizarse. Páginas de Internet, grupos sociales donde asomarse y comprobar si representan lo que sientes, tiendas on-line donde adquirir tus sueños, grupos de apoyo y acompañamiento, incluso maquilladoras especializadas capaces de sacar de cualquiera su mejor y más deslumbrante imagen femenina.
Ahora estás entrando en la fase de pedir ayuda, es un paso valiente, porque te carcomen las dudas sobre lo que te vas a encontrar (a ti también te ha calado fuerte toda la desinformación recibida) pero necesario, si quieres ser mejor como mujer.
Queremos que conozcas la emoción de este bello camino, contada en primera mano por gente que lo vive, para dar referencias, consejos y seguridades, para que crezcas como mujer y, cuando estés preparada para dar el paso de socializarte, de querer conocer directamente gente con tus mismos problemas y esperanzas, lo hagas con mayor tranquilidad y seguridad y sabiendo qué es lo que te vas a encontrar.
Mucha gente te apoyará, te acompañará y te querrá, sin forzar tu ritmo ni tu voluntad, aunque sí que es cierto que en una cosa siempre vas a estar sola: la decisión de romper o mantener el secreto es solo tuya.
Continuará………